lunes, 19 de octubre de 2009

18 de octubre


Envidia es lo que siento cuando leo blogs en los que el autor dedica párrafos enteros a la amada de turno, al amor de su vida, o a la bella desconocida del micro. Envidio esa falta de vergüenza que tienen algunos para confesar, para hacer pública su situación sentimental o su admiración “secreta” hacia alguna bella tentación de labios rojos.

Pocas veces he escrito sobre mujeres, mejor dicho, pocas veces he escrito sobre mujeres que me interesan y las veces que lo he hecho se ha quedado en un documento de Word extraviado en el disco duro de mi computadora o en algún libro de primaria celosamente guardado en algún rincón de mi cuarto.

Curiosamente hoy llegué a mi casa y de casualidad encontré uno de esos archivos “extraviados”, curiosamente hoy lo abrí y lo leí, curiosamente hoy me di cuenta de porqué no hago público el contenido de esas páginas.
Apestan…me da vergüenza leer lo que escribí en algún momento, lo que sentí en algún momento, me da vergüenza escribir esta línea.

Sin embargo, gracias a esa casual e incómoda lectura ha sido posible rescatar algunos detalles de mi vida que creo merecen ser contados de tal forma que al ser leídos arranquen sonrisas y no provoquen pena o compasión, tan sólo un breve vistazo a lo que yo considero digno de mofa.

Hoy, esta fecha en particular, desde siempre ha debido ser importante en mi vida, pero no ha sido así. Hoy es importante desde que me enteré que además de ser el cumpleaños de mi hermana es el cumpleaños de la chica que adornó mis sueños durante mi niñez.
¡Una niña hermosa! Y no exagero, una niña que me hizo caso justamente por eso, por que era niña y no sabía lo que hacía. Una niña que a medida que crecía se hacia más bonita y yo un niño que a medida que crecía se hacia mas feito (por lo menos hasta los 17).

Dejó de ser niña…lo que la llevó a ser más conciente de sus actos y en consecuencia a dejar de hacerme caso.
Esa niña fue mi gran ilusión de niño, esa niña era mi curso favorito, un motivo más para ir al colegio, un curso más que desaprobaría también… y con roche.

Años más tarde llegaría “la nueva”, chica de vista horizontal y voz de niña, chica por la cual me gané más de una pelea, chica que el día que le iba a declara mi amor incondicional me confesó que tenía enamorado…

Nunca… (repito)… nunca he tenido enamorada, considero que agarrar con alguien, tirar con alguien o estar con alguien menos de cuatro meses no califica como “enamorados”. Todo lo antes mencionado para mí es crecer y conocer tu cuerpo (y el de otros) en el proceso.

Volviendo al tema… luego del episodio de la chica de mirada horizontal, mi suerte con las mujeres mejoró notablemente y fue a los 17 años que descubrí que no hace falta una enamorada para hacer lo que hacen los enamorados, solo hace falta una amiga cinco años mayor y un día de aburrimiento.

A los 17 también, fue que estuve en una academia san isidrina preparándome para ingresar a la universidad. Ahí fue que conocí a la chica de los ojos grandes y el perfume caliente.
Al principio evitaba hablar con ella porque me aburría, me separaba de mis amigos durante el recreo, hasta que un día me di cuenta que era necesario verla.
Por las tardes la acompañaba a su casa cualquier excusa era buena para estar con ella estudiar, comer, conversar, hasta barrer con ella era placentero.

Una noche miraflorina le confesé mis más ocultos y sinceros sentimientos...ella… ella lloró, aún no entiendo porque lloró, pero lloró. Lloró negando con la cabeza y entendí que me quería, de verdad me quería…como amigo me quería, bien lejos también me quería.
Un tiempo después me di con la sorpresa que la mujer de ojos grandes y perfume caliente estaba con alguien, alguien que yo conocía, alguien que era mi amiga, si alguien que era mi amiga, alguien que era mujer y que casualmente yo me quería agarrar hace ya algún tiempo.

Entre a la universidad y por una de esas casualidades de la vida conocí a una amiga de mi mejor amigo, una pequeña criatura que no me sorprendió a primera vista, que no me sorprendió hasta que nos besamos bajo la sombra del árbol de su casa, que no me sorprendió hasta que me di cuenta que me gustaba.
Sin querer empezamos a salir, y sin querer me involucré más de lo que debía.
¿Por qué más de lo que debía?
Porque sin querer también, fue que se agarró a media fiesta mientras yo dormía.

Hasta que apareció “la chica de rosado que en realidad era celeste”
Ya la había visto en el gimnasio, pero fue con ese polo celeste (que por el alcohol describí como rosado) ese maquillaje fiestero y ese jean apretado que caí orate a sus pies.
No hay mucho que contar de esta chica de rosado que en realidad era celeste, no es una belleza...pero es perfecta... no sé si tendrá una personalidad arrolladora, no sé si sabe que muero por ella.
Sólo sé que cualquier inocente excusa es buena para pasar por su casa, que por ella me quedaba dos horas más en el gimnasio, que por ella me quedo sin palabras cuando me dice “nos turnamos la maquina”, que por ella me pasé los últimos dos años mirando la puerta de vidrio del gimnasio esperando verla llegar con ese cabello particular que tiene, castaño a la sombra y rojizo a la luz del sol, que por ella moví mar cielo y tierra tratando de encontrar un amigo en común que me la presentara…y cuando encontré uno que la conocía, fue por ella que empecé a creer que cada vez hay menos mujeres disponibles y más hombres heterosexuales como yo sin suerte...que no daría por conocerla un poco más.

Dudo que sea casualidad que hace un año exactamente, un 18 de octubre como hoy, escribiera cinco páginas de Word sobre “la chica del río”. Otra pequeña criatura que con poco esfuerzo se volvió lo más fuerte que he sentido hasta el momento. ¿Amor? No eso no era amor eso era… era fuerte, pero no era amor.
De ella hay mucho que contar, demasiado creo, de ella solo diré que es posible hablar ocho horas seguidas por teléfono sin aburrirse, usar un volkswagen escarabajo como testigo de un amanecer gris en lima, usar el Messenger como mejor amigo y lo más extraño de todo y resaltante es que por ella, aguantar un gas intestinal durante horas fue un placer y no una tortura.

Hoy vi a la “allegada” siempre la he conocido y nunca le había prestado atención.
La vi en una fiesta, y no pude dejar de mirarla en toda la noche, tan simple como eso. De alguna manera terminé hablando con ella casi a diario, de alguna manera yo propicié eso.
Hoy la vi y provocó en mi eso que sólo las importantes provocan, me provocó nervios, sólo estar sentado a su lado me dio nervios.
Hoy la vi y trate de interpretar mensajes corporales, hoy confundí su sonrisa con camelo, hoy me desesperé al no descifrar nada.

Si la suerte me es esquiva como suele serlo con las “importantes”, la “allegada” no sólo terminará siendo lesbiana, lo más probable es que su religión no sea compatible con mi agnosticismo o que en el colmo de la sin suerte, su familia sea racista y la deshereden por andar conmigo.
Si la suerte me es esquiva…

No todo esta dicho aquí, si me preguntan que tal me ha ido con las mujeres en 22 años respondería que me ha ido mejor de lo que esperaba.
Según una de las protagonistas de esta novela la gente se enajena cuando se enamora.
Tengo 22 años y tengo la suerte (irónicamente) de decir que nunca me he enamorado, que quiero hacerlo pero que sigo con suerte.