martes, 19 de junio de 2012

Resbalar... de eso se trata


-          ¡Es acertadísima Chris!
-          ¡No, no voy a ir!
-          ¡Vamos pues, acompaname!
-          No
-          Vamos en mi carro, yo te llevo, es por el aeropuerto
-          ¡No voy!
-          ¡Ya pues hazme la taba!
-          Qué chucha gano yo viendo a una señora loca que cree que con cartas predice el futuro, ya te dije que no voy, no molestes.
-          ¡Ay! Que pesado eres…
-          ¡Tú pues! que andas creyendo en tonterías y me quieres involucrar

Un par de horas después estaba sentado en una sala pulcra, adornada de muñecos raros, amuletos, inciensos  y demás chucherías... todo esto acompañado de una radio portátil que cada cierto tiempo emitía una voz que (por lo que entendí) decía “ooooooom “.
Tenía en frente a una joven  mujer, bien vestida, y de brillante sonrisa. Lo primero que me dijo fue “¿Por qué estás aquí si no crees?” Su pregunta no me sorprendió porque estoy seguro que parecía un provinciano recién llegado a la capital viendo todo lo que me rodeaba en esa sala así que lo único que le dije fue “de sapo”.

-          ¿Qué quieres saber? ¿Qué quieres que te diga?
-          No sé, yo he venido aquí a escuchar así que…

No me dejó terminar y empezó a barajar sus cartas, las separó por grupos y me dijo que escogiera uno de ellos.

La única persona que habló en el tiempo que estuve en esa sala desde que escogí el grupo de cartas fue esa simpática señora… para mi mala suerte.
“ustedes son tres hermanos”, “hay una persona mayor en tu casa”, “estudias o trabajas en algo que no te gusta, algo que hiciste por tus padres y no por ti”, “estás enamorado de una chica que no es para ti”, ”con esa chica saldrás dos meses más”, “tienes dos casas o dos familias”, “has tenido que luchar contra tus vicios para ser lo que eres ahora, y eso también lo hiciste por tus padres”

Puede ser que esta señora sin saber nada de mí, haya visitado mi blog, o sepa de mí por mi amiga o por algún otro lado, puede ser. Sin embargo, también puede ser que en verdad sea una bruja o tenga poderes divinos, o vea cosas que los comunes no vemos, no lo sé.  Para mi poca fortuna, si hay algo que puedo decir a favor de ella es que sea por la razón que sea (y los lectores de este humilde blog y aquellos que me conocen pueden dar fe) es que esas frases se ajustan a la verdad.
Esas frases son solo un puñado, una pequeña parte de las cosas que me dijo, que me recordó y que predijo. Lamentablemente para mí fueron cerca de treinta minutos de un monólogo de mi vida,  presente , pasado y futuro.

Maldito el día que me subí al carro de mi amiga, maldito el día que decidí sentarme en esa mesa y escuchar a esa señora tan buena gente, desde ese día cada una de las predicciones que me dijo con una sonrisa en el rostro se ha cumplido, las buenas, las malas y las feas.

No sé cómo lo hizo, me rehúso a creer que tiene poderes, que tiene alguna clase de habilidad sobrenatural o que ejerce algún poder sobre mi vida. Me gusta creer que estoy siendo víctima del azar, de un capricho de la vida, de una malacrianza de la vida porque sea cual sea el motivo, no estoy preparado para saber sobre lo que se me viene y esa es la gracia, eso es lo que quiero, ir rebotando sin rumbo, cayéndome y  resbalando una y otra vez, quiero seguir errando y seguir aprendiendo de mis errores que nunca aprenderé.

Aún no han sucedido algunas de las cosas que me dijo que se iban a dar y por mi salud mental espero que no se den, pero hay un par en particular que si espero con ferviente deseo que sucedan. Independientemente del resultado de las predicciones que se quedan en el tintero, odiaré a la señora de la sonrisa brillante, por el año que ha pasado, porque a pesar de ser yo el único culpable de esto, me gusta despotricar contra ella y seguiré acusándola de que durante un año ella, por una de esas cosas de la vida, me advirtió del resultado de mis acciones.

No volveré nunca a su sala porque no quiero que vuelva a tener otro golpe de suerte conmigo, no volveré porque creo que yo tengo mala suerte (incluso cuando tengo la buena suerte de saber lo que  me va pasar) porque me gusta resbalar, irme de cara de cuando en cuando, porque quiero que me rompan el corazón sin saberlo, porque quiero enamorarme sin saber cuando ni como,  porque quiero hacer las cosas sin saber que voy a reír o llorar al final, porque me gusta no estar preparado para vivir, porque ahí es dónde está el gusto de esto.

miércoles, 25 de enero de 2012

Y tú como te llamas

Tengo un nuevo perro, hay muchos como él pero este es mío. Sin mi perro no saldré a la calle y el sin mí a la calle no saldrá.

Lo conocí por medio de un amigo que ama a los animales, lo conocí porque vi la oportunidad y la aproveché. Tiene cuatro años y responde al polémico nombre de “Cachetes”. En mi casa lo llaman Cachete, probablemente porque la “s” al final del nombre lo alarga innecesariamente, o porque al momento de repetir el nombre varias veces la “s” se vuelve tediosa.

Odio su nombre, más no a él. Me encantaría ponerle negro, porque a pesar de ser marrón a lo lejos parece negro, me encantaría, pero no puedo.

Por cuestiones del azar, de esas casualidades que tiene la vida yo también soy marrón, pero mis más cercanos me llaman negro con frecuencia, y no permitiré que al perro lo llamen igual que a mí, no es justo para el perro ni para mí. Podría producir ciertas equivocaciones y malos entendidos que prefiero evitarme también.

He pensado en ponerle chancho. Chancho me parece un nombre genial para un perro, a mi antigua perra llamada Janis le puse como sobrenombre chancho, y durante los últimos años de su vida sólo me hacía caso cuando la llamaba por su apodo. Chancho sería genial, además esta vez el nombre o sobrenombre si iría de acuerdo al género, sería la mejor manera de recordar a Janis, poniéndole por nombre a mi perro su sobrenombre, de esa manera, cuando alguien me pregunte el porqué del nombre de mi perro yo podría responder alegremente “se lo puse en honor al chancho”.

Por alguna extraña razón me siento atraído por nombres absurdos y sin explicación, por ejemplo, Alberto. Me imagino diciéndole a mi perro “Alberto ven” y me suena tan divertido, tan fuera de lo común, pero este infeliz que tengo tirado a los pies de mi cama no tiene cara de querer llamarse Alberto, tal vez Felipe, pero Alberto no.

Otros nombres que me dan vueltas en la cabeza son nombres de animales, es decir los genéricos como toro, vaca, gato, perro y en esta sección de nombres si me puedo imaginar diciéndole “gato ven” me resulta hilarante salir a la calle y decirle a un perro negro que me llega casi al muslo “gato” es algo fuera de contexto.

También he tenido recomendaciones de mis más cercanos amigos. Sebastián me recomendó hace años que a mi próximo perro lo llame “igual que tú” para que cuando alguien me pregunte su nombre yo diga “igual que tú” y la persona en cuestión se confunda y pregunte si en verdad mi perro se llama como él o ella. Sus últimas recomendaciones han sido “todo”, para que cuando me pregunten con quien estoy yo responda “con todo”, sin embargo, sus más brillantes ideas de nombre han sido “ayudante de santa” (nombre del perro de los Simpsons) y “ganas de meterte toda la pinga” (nombre parecido al “ganas de clavar” que me sugirió mi amigo Marco)

Sería casi mágico llamar a mi perro con alguna de las trabajadas sugerencias de mis amigos, lamentablemente se me haría imposible responderle a mi mamá, papá, hermana, tía sobrina y cualquier hombre sobre la faz de la tierra cuando me pregunten con quién estoy, y yo me encuentre a solas con el perro. Por eso he decidido optar por la cordura que me ata, y llamarlo Forrest, como el personaje de la película que suele arrancarme lágrimas cada vez que la veo, y porque el perro es igual de tímido que el personaje.

Forrest será su nombre, ya habrá oportunidad para que el día que me llame alguna vendedora o encuestadora a mi casa y me pregunte con quién estoy yo pueda responderle libre y alegremente “con ganas de meterte toda la pinga” sin que se manifieste ningún atisbo de acoso sexual.


lunes, 25 de julio de 2011

Confesiones de un egresado

El día más feliz de mi vida ha sido, sin duda, el día que ingresé a la Pontificia Universidad Católica del Perú. Aún recuerdo la frenética manera con la que me cortaron el cabello de 8 meses que tenía en aquella época, la innumerable cantidad de huevos que recibí por todo el cuerpo y las incesantes bolsas de harina que espolvorearon por todo mi ser.

Recuerdo con especial cariño el llanto alegre y descomedido de mi madre a las siete de la noche al escuchar que había ingresado, que su hijo recordado y reconocido en el colegio por estar siempre en el tercio inferior o último del salón (por decisión propia), llegar tarde a clases (a veces no llegar) y estar siempre al borde de jalar conducta por alguna estupidez había conseguido lo que muchos con mejores antecedentes no habían logrado.

No fue casualidad, que ingresara a la PUCP, no fue casualidad que ingresara en el puesto setenta de quien sabe cuántos cientos o miles. Quemé pestañas en una academia preuniversitaria durante nueve meses para lograr adquirir todo el conocimiento que no adquirí por desinteresado en los cinco años de secundaria.

Una vez logrado el objetivo, ingresar a la universidad, la meta entonces era alcanzar los primeros puestos en la carrera y por qué no, conseguir alguna beca. Una meta que no fue precisamente alcanzada, ya que, mi ponderado del primer ciclo en la universidad fue 2.7, para aquellos que creen que he cometido un error tipográfico en cuanto a la nota la pondré en letras, dos punto siete.

Desaprobé todos y cada uno de los cursos que llevé en primer ciclo, me dejé llevar por los vicios. Drogas, sexo y rock and roll eran parte del menú, sin embargo (y no me explico cómo), me las arreglaba para asistir diariamente a la universidad para mis entrenamientos de basket, en algunas ocasiones ebrio.

Yo sabía que mis padres sospechaban de mis malos pasos, pero por alguna razón nunca me dijeron nada, ciertamente hoy creo que esa fue la decisión más sabia que pudieron haber tomado con ese chico descarrilado en el que me había convertido.

El ciclo siguiente no me matriculé, decidí que esos seis meses iban a ser una etapa de introspección, una etapa para tomar conciencia de mis actos y para regresar a lo que yo suelo llamar “la senda del buen hijo”, lamentablemente esa etapa terminó siendo empleada para lo que yo vulgarmente llamo como “el arte del rasquing balls”.

Pasados esos seis meses me volví a matricular en la universidad y tan solo llevé tres de los siete cursos que había desaprobado. Obviamente y como era de esperarse no iba a pasar ninguno de esos tres cursos, de tal manera, que inteligentemente decidí retirarme de los tres cursos antes de ser invitado por la PUCP a retirarme. Hasta el día de hoy me jacto de ese inteligente movimiento “a mí no me botaron, yo me retiré”

Para ser honesto mi retiro de la universidad no provenía de un acto de inteligencia, tampoco fue intervención divina, fue dolor.
Por esos días hubo una reunión familiar con karaoke improvisado, un karaoke improvisado en el cual me tocó cantar una canción de Juan Gabriel mirando a mi madre.
No había terminado de entonar las primeras estrofas de aquella canción, cuando levanté la mirada y vi los ojos llorosos de mi madre. En ese momento la vida entera me pasó por la cabeza en un pestañeo, para ser preciso en un pestañeo me pasaron por la cabeza todas las veces que le había fallado a mi madre, malgastando dinero, derrochando oportunidades, consumiendo porquerías y un largo etc.

No pude soportarlo, no sabía cómo reprimir ese dolor al que me había hecho inmune durante mucho tiempo, pero mi cuerpo actuó por si solo… lloré desconsoladamente en el hombro de mi madre en frente de la mitad de mi familia. Mientras lloraba escuchaba a mis tías decir, tu mamá todavía está aquí y no se va ir durante mucho tiempo (asumo que lo decían por la letra de la canción), mientras yo pensaba “viejas de mierda porque no se largan, no lloro porque se vaya a morir”.

En esos minutos de llanto incontrolable en el hombro de mi madre sólo quise decirle que lo sentía, que estaba muy arrepentido, que me disculpara, y lo hice, pero tengo la certeza que no me escuchó.

Me retiré de la universidad y a tropezones ingresé a TECSUP. Los primeros ciclos fueron torpes, ponderados bajos, uno que otro desaprobado, hasta que por cuestiones del destino tuve la segunda gran decepción amorosa de mi vida y una vez más mi madre “the one and only” estuvo ahí para secarme las lágrimas.

Ya no podía seguir siendo el mediocre de siempre, sinceramente no decidí cambiar por mí, cambié por ella, por su esfuerzo. Además para esas fechas conocí en TECSUP a los más estudiosos de la clase, así que me aproveché de ellos.
Las reglas del juego eran distintas por sujeto.

Con el primer puesto de la promoción: Hacer grupo porque nunca deja un trabajo mal hecho o incompleto, además siempre pone mi nombre.
Con el tarmeño: Estudiar para los exámenes, tiene las fijas.
Con el cobrador: No sabe hablar, pero enseña bien.
El gordito: Sabe mate.

Juntarme con esos individuos me valió más de un enojo, éramos muy distintos, pero ellos me querían por más ocioso que fuera.
Mi padre siempre me ha dicho “quien anda con perros aprende a ladrar” y yo aprendí a ladrar como ellos cuatro. Me volví responsable, preocupado y hasta asco me doy, pero también me volví chancón.

Durante mucho tiempo renegué de mis compañeros de instituto, de sus malos hábitos, de su falta de empatía, del huayno que había en sus celulares, sin embargo, esos cuatro sujetos se merecen todo mi respeto y consideración, porque fueron ellos quienes se amanecieron conmigo, quienes me putearon por no terminar o imprimir el trabajo a tiempo y quienes me enseñaron muchas cosas y no sólo hablo de estudios, me enseñaron que muchas veces es más agradable un fin de semana tomando en una esquina de Santa Anita que un fin de semana en Asia, por el simple hecho que todos en esa esquina se comportan tal y como son, sin poses ni pretensiones.
Anthony, Bryan, Solin, y Peter (ninguno es gringo), no son solo compañeros, son mis amigos.

Hay gente que nunca cambia, reza el dicho “gallina que come huevo, aunque le quemen el pico” ,no obstante, yo cambié y hoy tengo una carrera, para bien o para mal, pero tengo una carrera. Y esto no sólo fue gracias a mi madre, ni a mis cuatro amigos de TECSUP, fue gracias a que vivo rodeado de excelentes personas, que con frases cortas y aparentemente insignificantes me hicieron mejor persona y mejor hijo.

Cuando le pregunté a Jimena Serpa cuanto le faltaba para terminar su carrera ella me dijo un año, a lo que yo respondí “si es que no jalas”, entonces ella me respondió con un categórico “yo no jalo”.Desde ese día no volví a jalar ningún curso.
Cuando visitaba Punta Hermosa mi madre siempre me decía al despedirse, “yo sé que tú puedes”, gracias mamá.
Pache y Julissa muchas veces no iban a reuniones porque tenían que leer sus separatas de la universidad, ellas me enseñaron hasta que punto llega la responsabilidad.
Samir y Marco primeros puestos en sus carreras, la envidia que me despertaban me ayudó a esforzarme más.
Mis hermanos jodidos como sólo ellos pueden ser, de sol en sol y de puteada en puteada me obligaron a no fallar más tampoco.
Para terminar Fiorella y Yuri me tomaron como ejemplo, por aluna extraña razón, que no logro comprender, lo hicieron. Para mi mala suerte tenía la responsabilidad de dar el ejemplo, de dar un buen ejemplo.

Hay gente que nunca cambia, yo cambié y hoy soy un egresado. Cambié porque así lo decidí, cambié gracias a las excelentes personas que me rodean.

martes, 17 de mayo de 2011

No voy y punto


Me faltan ocho semanas para concluir mis estudios profesionales en una institución que lo que tiene de prestigiosa lo tiene de insoportable, por lo menos para mí.

He sufrido cuatro años en la esquina de un salón de clases solo y sin amigos. He sufrido el incesante acoso de las bromas estúpidas de mis compañeros, de sus malas costumbres, de su falta de aseo, de su poco tino, de su inexplicable afán por aprender una carrera en la que pueden morir con un simple tropezón.

Odio casi todas las ramas de mi carrera. Odio todos los rincones de mi instituto (pero los amo todos cuando estoy solo). Odio a las dos cuartas partes de mi promoción, no le hablo a una cuarta parte y a la parte restante la utilizo para obtener buenas notas (somos sólo veintidós)

El 8 de Julio, día en el que se termina mi vía crucis, veintiun personas saldrán a celebrar un logro más en su vida. Desde ese día podrán decir con orgullo que son egresados del que probablemente califica como el mejor instituto para técnicos de América latina, sin embargo, yo celebraré que al fin he llegado a la última estación de ese tren que tanto me costó abordar, yo celebraré que cumplí con mi familia y que, bien o mal, logré darle un norte a mi vida.

Yo ingresé a TECSUP, porque fracasé en la universidad, porque desperdicié el esfuerzo y el dinero de mi madre, porque tenía que redimir el daño y la vergüenza que directa o indirectamente le hice pasar, y que mejor forma de hacerlo que ingresando a la institución educativa a la que disimuladamente me habían estado empujando mis padres años antes.

Cuatro horribles años arrastrándome a las tres de la tarde a clases que no quería recibir, escuchando a profesores que no quería escuchar, soportando a compañeros con los que prefería no tratar. Y a tan solo ocho semanas de terminar la carrera a uno o varios de esos jefes de departamento que llevan las riendas de TECSUP, no les ha bastado con obligarme a asistir al 70% de clases y tenerme recluido en una de las peores zonas de Lima durante cuatro años, si no, que han tenido la genial idea de obligarme a asistir a un par de talleres “extra” que probablemente me generen algún nuevo conocimiento, pero que por ser dictados en ese infierno no me despiertan ni curiosidad.

No pienso asistir a ninguno de esos talleres. Ya falté por completo al primero, cuyo propósito ,supongo, constaba en hacer más unida a mi promoción, porque hicieron la típica dinámica de dejarse caer hacia atrás con los ojos cerrados confiando en que tu grupo de “amigos” (en esta caso la promoción) te sostenga antes que llegues al piso y en consecuencia te desnuques.

Felizmente no asistí, en primer lugar porque no me interesa asistir a ninguna dinámica con mi promoción, en segundo lugar porque no podía, y en tercer lugar (y no por eso menos importante) porque no me hubiera dejado caer hacia atrás por el simple hecho que la confianza que le tengo a mis veintiún compañeros es equivalente a cero, además tengo la certera presunción de que ninguno de los veintiuno hubiera hecho el menor esfuerzo en sostenerme.

No fui, no iré, y de ser necesario llevaré mis derechos hasta las últimas instancias, porque no se trata únicamente de mis prácticas profesionales o de mi graduación las que están en juego en esos talleres, se pone en juego también mi integridad física o hasta mi vida en cualquiera de esas desafortunadas dinámicas.

sábado, 23 de abril de 2011

Sobreviviendome...

No estoy preparado para vivir.
Esa es la gracia.

1

Me falta medio ciclo para terminar mi carrera.
Me falta medio ciclo para empezar a ser un profesional exitoso más.
Me falta medio ciclo para dejar de ser infeliz de lunes a viernes de 3 a 9 pm.
Tengo medio ciclo para encontrarle sentido a esto.

La promoción está cerca del final.
La promoción está más unida que nunca.
La promoción al final se siente promoción.
Yo no soy promoción, ni quiero serlo.

2

Con lo que más me cuesta.
A ti te basta y sobra.
Un abrazo.

He malgastado tu dinero.
He defraudado tus esfuerzos.
He chocado tu carro.
He fallado.
He hecho todo lo que un hijo no debería hacer.
Y sin embargo nada de eso parece importarte.


3

Un sillón lleno de pulgas que no tenías.
Y un jardín de recuerdos que no se olvidan.


4

Ahórrate el acuse de recibo.
Ahórrate las promesas.
Ahórrate las buenas intenciones.
Si es que al final regresas a tus peores decisiones.

Te prefiero mala y no cojuda.
Te prefiero alegre y no taciturna.
Te prefiero sola, no solitaria.
Te prefiero cerca y no olvidada.
En su defecto…lejos, pero no extraviada.

5

Un girasol para calmar el hambre.
Una radio que alegre el camino.
No se necesita más para un viaje largo y bonito.

He aprendido de mis errores que nunca aprenderé.

lunes, 7 de marzo de 2011

Capítulo 5: A mi manera

Capítulo 4: Pero si es una nena

Llamé a Nana y entre otras cosas le pregunté ocho veces si tenía algo que decirme, lamentablemente no me dijo nada. Me hizo hablar con su mamá que desde ya hace algún tiempo había empezado a aceptar mi relación con Nana (por todas las cosas que le decía a Nana que haga y deje de hacer) y tuve que contenerme el decirle que su hija era una mujer ingrata.
Terminé de fingir ante su mama, y me encerré en mi cuarto a redactar la “carta mala”. Dicha carta contenía una serie de oraciones cargadas de despecho, resentimiento y una incontenible sed de venganza, por supuesto le adjuntaba las pruebas de su nueva, pero acostumbrada traición.

Al día siguiente recogí a Nana de su trabajo. Mientras caminábamos por la avenida Aviación le reiteré mis disculpas por el mal hombre que fui y le volví a preguntar si es que me ocultaba algo. La respuesta no cambió.Fue en ese momento de desesperación cuando le dije.

-Nana ¿tú eres bipolar o eres una gran pendeja?

Ligeramente sorprendida, ofendida y cínica me dijo.

-No, no soy una gran pendeja.

Asumí entonces que bipolar era su respuesta, porque sinceramente hasta el día de hoy no consigo entender porque conmigo era una persona completamente distinta a la que es con el resto del universo. Le di la primera carta que escribí y mientras la leía hacia ademanes de no comprender lo que leía, menospreciaba mi carta, su lectura era soberbia y hasta me sentí ofendido.

Terminó de leer la carta con lagrimas en los ojos, probablemente por las últimas líneas en las que le ofrecía mi ayuda a pesar de todo. Acto seguido le entregue la carta mala, le dije que me había vuelto a mentir (mientras contenía las lagrimas) y que era la despedida. Me siguió con lagrimas en los ojos y me increpó (en la calle y de manera descomedida) que estaba harta de que todo se hiciera a mi manera, que mi carta mala no tenia sustento.

-Revisa las ultimas paginas le dije.

Rápidamente pasó a las últimas páginas y vio una imagen que capturé de Facebook de una conversación de ella con el mejor y más arrecho amigo de Sante. Una imagen que por sí sola no probaba nada, es cierto.
Más molesta me dijo que eso no significaba nada y creó una historia parecida a la de los extraterrestres.

No podía creerlo, sencillamente su actitud era inconcebible, inédita para mis veintitrés años de vida. Las lágrimas que acababan de caer se suspendieron en el aire y regresaron a mis ojos.

-Revisa el resto de páginas Nana, le dije con un nudo en la garganta.

Nana se quedó petrificada dos segundos, cómo iba yo a tener acceso a sus conversaciones de Messenger si ella se había ocupado de borrar todas las huellas inteligentemente. Sencillo, soy mas inteligente que ella y también se jugar sucio, incluso mejor y más sucio que ella cuando me lo propongo (I like dirty).

Seguido de esos dos segundos de piedra Nana volvió en sí y enfurecida, casi ultrajada también, me dijo “¡Has estado leyendo mis conversaciones!” y se fue indignada.Nana murió en su ley, reprochable pero en cierto modo admirable también.

Debo reconocer que me merezco todas y cada una de sus traiciones, porque durante mucho tiempo fui un mal hombre, un cobarde que se merece todo lo que ha pasado, pero eso no la justifica en lo absoluto.

Aún puedo destruir la relación de Nana y su farsante o simplemente hacerle saber a Nana porqué digo que “Sante el farsante” es un farsante o tal vez, y a lo mejor, hacerle saber a Sante que Nana no es lo que yo llamaría una virtuosa de la verdad.

Mi orgullo esta terriblemente dañado, sin embargo, no diré nada. Mi sed de venganza me convence que al final de esta historia cada uno de los involucrados tiene lo que se merece, principalmente yo.
Nana esta con un farsante que la hace tremendamente feliz (por eso me sigue llamando de número privado), Sante nunca sabrá toda la verdad (por lo menos de mi boca no lo hará), Nena recibirá su merecido el día que lea este blog o que la atropelle un carro, y el hombre más cojudo del universo, por cojudo, también tiene su merecido…seguir con Nena.

No odio a Nana, para nada, la sigo queriendo con desmesura, pero tampoco pienso volverla a ver…como posible pareja. Tengo la certeza que un día nos vamos a cruzar y ella va a ser una mujer exitosa, porque si la dedicación y ahínco de sus mentiras y traiciones, las aplica a sus estudios lo va lograr (ha sido un error de dirección de recursos y esfuerzos, solo eso).

También sigo pensando que es una buena persona, una buena persona que lamentablemente ha tomado las decisiones equivocadas, aunque no le queda mucho tiempo ni oportunidades para corregirse y mejorar en todos los aspectos de su vida.

Por mi parte le devuelvo su promesa de adorarme, que no sienta pena por dejarme que trate en la medida de lo posible de seguir mis consejos.
Nana se ha portado mal, ya no está enamorada de mi (obvio), tal vez porque la farsa de Sante es muy buena o, tal vez, porque su mamá empezó a aceptar lo nuestro y la complicidad y la emoción ya no es la misma. Ya no sé a donde mandarla, por eso, esta vez me voy yo…así es más seguro.

Capítulo 4: Pero si es una nena



Nana regresó a la capital con una mochila cargada de culpas, deseos de obrar bien y deudas por saldar, probablemente esa mochila fue la responsable de ese mensaje. Quizás quiso tener una suerte de reconciliación para tratar de subsanar el daño ocasionado o, tal vez, para tratar de limpiar la imagen de ligera con la que me había quedado.

Por otro lado, para esas fechas yo tenía la potestad de destruir la relación de Sante y Nana con tan solo un clic. Toda la información de mi relación de cinco meses con Nana estaba cuidadosamente guardada en un archivo de Word, lista para ser enviada al correo de Sante y gracias a un riguroso y exhaustivo trabajo de inteligencia, mis asesores (amigos y allegadas) y yo, obtuvimos pruebas suficientes como para que Nana descubriera que en realidad Sante no mentía con tanto desparpajo como ella, si no que Sante, astuto y traicionero como un zorro, ocultaba cosas y maquillaba verdades. Lamentablemente para Sante, su grupo de amigos es una manada de arrechos sin fronteras, una piara que ante la foto de una chica bonita o para tratar de acercarse a una mujer con la cual no podrían estar ni en cien años (mis colaboradoras) son capaces de hacer el papel de sufridos al punto de contar sus problemas y los de sus amigos.
Sante en efecto resultó ser un farsante, pude y puedo destruir la farsa que él ha montado, y de igual manera puedo acabar con la reputación de Nana frente a Sante si se me antoja.

Ya en Lima Nana, probablemente, volvió a tener contacto con Sante y fue muy fácil descubrirlo.
El día que me enteré que habían vuelto a tener contacto llamé a Nana y la mandé a pasear otra vez (únicamente con el propósito de joder), para mi buena suerte Nana al momento de contestarme el teléfono estaba acompañada de Nena y al parecer Nena escuchó toda la discusión. Ese mismo día en la noche me llegó un correo de Nena.

Básicamente Nena en el correo se encargaba de dejar en claro que soy un mal hombre, por eso, no me merecía ni a Nana ni a nadie; un acosador, por eso, iba a iniciar acciones legales en mi contra; un maricón…sobre todo un maricón (por alguna razón existen personas que emplean “maricón” equívocamente para referirse a alguien cobarde) por hablar mal de ella, corrección, por hablar injurias de ella y, por eso, merecía que me sacaran la mierda.(literal)

Me tomé la delicadeza de responderle el correo aclarando lo necesario.
“Querida Nena:
No soy acosador, ¿Por qué no le consultas a tu hermana cual es la verdad? Eres libre de tomar las acciones legales que te plazcan.

Tampoco soy maricón, porque hasta donde yo sé no he dicho nada de ti que no se ajuste a la verdad, además con quién voy hablar de ti… si solo tenemos a Nana en común. Y en efecto con la única persona con la que me he explayado acerca de ti ha sido con Nana.”


No le dije que Nana me había contado todas sus aventuras pecaminosas (no me interesaba) y tampoco me preocupé en desmentir la parte de mal hombre, porque probablemente lo soy, y en la parte donde me iban a sacar la mierda…bueno Nena y su jauría saben donde vivo (hasta le fecha ninguna notificación legal ni ningún matón se ha asomado a mi morada).

Le conté todo lo sucedido a Nana, sin embargo, nunca se preocupó (y no lo hará porque no le conviene) en desmentir las acusaciones de Nena en mi contra.

Ante la insistencia de Nana de vernos para aclarar las cosas una vez más cedí, pero fue más curiosidad y hedonismo que otra cosa. Me explicó que el farsante y yo le importábamos demasiado, pero que quería intentarlo conmigo nuevamente, que sabía que había obrado mal a pesar de todo lo que hice por ella y que esta vez iba a reconquistarme a mí y a mi confianza.
Antes de retirarme le dije “yo no puedo estar con alguien que piensa en dos personas, además prefiero que estés con él y me extrañes a mí, a que estés conmigo y lo extrañes a él” (sólido)

Al día siguiente, una vez más, debido a la insistencia de Nana y guiado por mi hedonismo, fui a verla y para no darle más vueltas, terminamos enredados en uno de esos ósculos anteriormente explicados.
Me prometió y juró nuevamente que iba a esforzarse por hacer bien las cosas, que no era capaz de cometer el mismo error dos veces (yo diría más). Nunca volvimos a ser enamorados, pero empezamos a salir como dos amigos que se besuquean de cuando en cuando.

Un domingo por la tarde la fui a recoger a su trabajo y cogí su celular. Nana, como ya era costumbre, se transformó. El nerviosismo era evidente, estremecía cada musculo de su cuerpo mientras ella intentaba ocultarlo con una sonrisa que de no haber sido por Paul Ekman (tómense la molestia de averiguar quién es, lo vale) no hubiera sabido que escondía o intentaba disimular el miedo que sentía en ese momento.

Molesto le devolví el celular, no me interesaba leer lo que había…lo sabía. Nana me hizo una escena en la calle. Que no confiaba en ella, que estaba cansada. No sé de donde adquirió esa costumbre de hacer escándalo, pero de donde yo vengo los trapitos se lavan en casa y los escándalos se hacen dentro de cuatro paredes.

Al regresar a mi casa fui abordado por la prudencia y la sensatez. Le escribí una carta de cinco páginas en la cual le explicaba las razones por las cuales no podía volver con ella y el esfuerzo mayúsculo (alejarse de Sante por completo) que debía hacer si es que quería un cachito de mi corazón. En la ultima página de la carta le repetía lo que le dije desde que me engañó por…segunda o tercera vez (perdí la cuenta).

“Si quieres regresar con él yo te voy a seguir apoyando, porque antes que tu enamorado soy tu amigo y cómplice, no te pido nada más que la verdad.

Lo único que quiero es ver que sales adelante y que no vas a tener empleos y amistades mediocres por el resto de tu vida, tú puedes salir adelante sola, yo sé que puedes.”


En este caso, inmediatamente después de la calma empieza la tormenta. Entré a su correo (obtuve su clave unos días antes no daré detalles).
Para mi mala suerte Nana se había vuelto todo un perito en el tema de las infidelidades, había borrado toda evidencia de comunicación con Sante el farsante. Pero no contaba con mi astucia, conseguí acceso a sus conversaciones de Messenger en tiempo real, y fue ahí donde descubrí que una vez más me engañaba con el farsante de poca monta, corrección a él lo engañaba conmigo.