viernes, 26 de septiembre de 2008

la gran muralla


Cuando era adolescente vivía en casa de mis padres, conmigo compartían la casa mis dos hermanas mayores, mi abuela y dos perros. Se puede decir que yo vivía apartada de todos porque mi única tarea en la casa era permanecer en mi cuarto encerrada o en el jardín trasero apoyada contra la cerca blanca, leyendo, escribiendo, comiendo, y en ocasiones conversando por teléfono ahí mismo para que ninguno de mis familiares, por accidente se quede escuchando cada palabra pronunciada por mi durante una hora.

Esa era mi rutina, cuidaba celosamente mi territorio verde y la gran muralla blanca que sostenía mi espalda en los momentos más cansados, sólo cuando salía de mi casa con algún tonto pretexto, dejaba mis dominios, pero no sin antes delegarle el cuidado a mis dos serviles sabuesos, Mamut y Rino, un par de beagles que mi abuela gentilmente me regaló por mi cumpleaños.

Una noche regresé de la universidad cansada de haber estado en clase todo el día, aunque el cansancio tal vez se debía a las horas que pasé bailando en una casa frente a la universidad o por las cervezas que me dió un chico que definitivamente tenia alguna clase de interés en mi, aparte de su interés por embriagarme claro.
Como siempre esa noche solamente pasé por la cocina para comer un plátano y de esa manera poder mitigar el intenso olor a alcohol que expulsaba mi organismo cual fuga de gas. Pasé por la sala y vi a mi abuela sentada en el sillón completamente dormida, me acerque a despertarla, pero decidí dejarla ahorrando vida unas horas más hasta que otra persona o los ladridos de Mamut y Rino la despertaran.
Sentada ya en el jardín y apoyada en la cerca, caí en cuenta que el alcohol esa noche me tenía adormecida…no podía hacer nada, fue entonces que recordé que conocía a todas las personas cuyas casas colindaban con la mía, menos una, la casa que estaba justo detrás de la mía, detrás de la cerca.

Al día siguiente sin saber que esperar, empecé a tocar la cerca cual puerta, y para mi sorpresa hubo respuesta.
-Hola- escuche del otro lado, era un hombre.
Me presenté y el hizo lo mismo,
-Pedro Cerna Inmaculada, mucho gusto-
Nombre extraño me dije, esos apellidos...por algo debe ser, será de una familia importante tal vez.

Empezamos a conversar esporádicamente, siempre era yo la que lo saludaba, parecía que él no quería mostrar interés en mi o simplemente se quería dar su lugar. Hubo un día que ninguno de los dos tuvo algo que hacer, cada uno se sentó de su lado de la cerca y empezamos a conversar como nunca, ese día hablamos horas, hablamos de nada, pero hablamos horas, casi hasta el amanecer.
Desde ese día, como el mismo me dijo, nos dimos cuenta que era agradable desperdiciar nuestro tiempo juntos, sin conocernos, sin tener ninguna clase de compromiso.

Yo sabía que Pedro vivía solo a la espalda de mi casa, pero nunca me intereso irlo a buscar, ni el a mí. Nos hicimos amigos, nos contábamos de todo, yo con mayor facilidad porque él era el hombre más reservado que había conocido en mi corta vida, y había que sacarle todo con cucharita. La cerca del jardín era nuestro único medio de comunicación, físicamente solo conocía su ojo, lo vi algunas veces a través de un agujero que había en la cerca por donde él algunas veces trataba de mirar hacia mi casa y a veces por el movimiento veía partes de su cara, naturalmente la curiosidad por ver el resto se iba acrecentando.

Llegó un momento en que me preocupé en conocerlo más seriamente, empecé a indagar de a pocos. Si antes conversar con él, sobre él, era difícil...ahora era casi imposible. Pensé que la cerca era lo que le impedía soltarse conmigo, porque a pesar del tiempo seguíamos siendo dos desconocidos. Hice todo lo posible por seguir su ritmo, si de cinco caminos tenía que escoger el más largo para saber algo más de él, tomaba el más largo sin pensarlo. Para mi Pedro no tenía sexo me había olvidado que era hombre y seguramente él que yo era mujer, era un ente simplemente eso, no cabía la posibilidad de sentir atracción alguna por ninguno de los dos lados, hasta que un día una amiga me recordó que él no era solo un ente.

Como siempre soy la última en darse cuenta de las cosas, después de un año cuatro meses de hablar ininterrumpidamente a una cerca de distancia, gracias a mi amiga caí en cuenta que ese ente llamado Pedro ya no era percibido por mi como solo un amigo, inconcientemente le di más importancia de la que debí darle y de postre me acordé que el era hombre y yo mujer.

Desde ese día, me dedique a averiguar, como amiga, su punto de vista. Para Pedro amistad era amistad, y si él ya era amigo de alguien, no podía sentir nada más que un gran afecto casi fraternal por esa persona…en pocas palabras, yo estaba fuera del juego. Durante tres meses más me dediqué a tragarme las conversaciones de las chicas que le atraían, de las veces que salía, veía a alguna chica y con la mirada le decía cosas que a mi me hubiera gustado que me diga si quiera por fax. No me quejo puse por encima de todo nuestra amistad y aunque jodía, era lo que yo había escogido.

Un año siete meses pasó desde que toqué la reja hasta que finalmente lo vi en una discoteca, reconocí y junte todas las partes de su cara que había visto desordenadas a través del agujero de la cerca, él estaba con un amigo alto, delgado, me llamo más la atención que Pedro, no voy a negar que Pedro era muy agradable a la vista, pero así pasó. Conversamos con la incomodidad natural de dos desconocidos que esperan que lo vivído antes sea igual al presente.

Así fue que desde ese día empezamos a salir, esporádicamente, las conversaciones hasta el amanecer ahora eran cara a cara, pero mientras el estaba conmigo yo lo veía, lo trataba, y hacia que se sienta únicamente como un amigo más, además el nunca me dio indicios de nada más que una gran amistad. Cada vez que me dejaba en mi casa me quedaba viendo como él arrancaba el carro y se iba, nunca volteó, ni siquiera por el ruido de la puerta, simplemente se iba.

Durante una de las muchas salidas que tuvimos, noté que no era la cerca lo que le impedía hablar demasiado de él o conocerlo de verdad, era otra clase de obstáculo, era una muralla que pocos privilegiados podían pasar, una muralla que llevaba consigo desde siempre, la misma que le permitía ver y analizar a todos desde lo más alto, y lo suficientemente alta como para no dejar que nadie que él no quisiera la pasara.
Al darme cuenta de todo esto, lo conversamos, seguí haciendo lo imposible para que me deje subir por lo menos a ver desde arriba como era el otro lado, pero no tuve mayor éxito.

Llegué al punto de no querer escalar más, con todas las ganas pero sin ayuda simplemente abandoné, quería que todo se acabara, así que le pregunté, si el día que tuviera una chica en el puesto al que yo he aspirado (sin que sepa que yo aspiro a ese puesto) desde que me acordé que éramos hombre y mujer, la dejaría pasar al otro lado…y me dijo que si, pero que la muralla para esa futura persona iba a ser diez veces más alta, ¿Más alta que la mía? ¿Más larga que un año y medio? Lo dudo, no reprocho nada, al final somos amigos, pero una muralla tan descomunal como la mía no existe.

Sin ayuda y sin ganas empecé el gran descenso, con un sinsabor a cuestas, guiada por mi orgullo que permanece intacto tan intacto como siempre, con la certeza que algún día me alcanzará en el descenso, tal vez para subir de nuevo o talvez para bajar más rápido. Aún tengo sol para seguir otros pasos, aún tengo murallas por escalar, no mejores, pero si diferentes es probable que me caiga pero si lo hago será como un ave de presa.

domingo, 14 de septiembre de 2008

nada es como antes

En la puerta de lo que parecía ser una casona maltratada por los años, y definitivamente en algo que pudo terminar mejor que una academia preuniversitaria san isidrina destacada por el hacinamiento, una cantidad innumerable de bichos voladores y pájaros en los ductos de ventilación, fue que el profesor te preguntó: ¿Cómo vas a llegar una hora tarde a clase si te levantas a las 5 am? (según tu testimonio) a lo que solo atinaste a pronunciar las dos únicas palabras que pueden poner en evidencia tu ignorancia o hacerte sobresalir entre los imbéciles…”no sé” , una risa tímida asomó entre los asistentes retrasados por la vida o más bien por la pereza de madrugar para ir a clase ese día, entre ellos yo, pero en mi caso simplemente no me dio la gana de llegar temprano a escuchar la clase de ingles inservible que dictaban ese día.

Al oír tu respuesta tan insulsa pero sobresaliente, solo confirmé lo que tu cara marcada por las ojeras y las antenas parabólicas que tenías al costado de la cabeza me habían dicho. El profesor nos obligó a entrar al salón faltando solo cinco minutos de clase, no me extrañó entrar al salón y ver a todos somnolientos con la cabeza apoyada en la carpeta esperando que Vilma, profesora de ingles que apenas pasaba por el marco de la puerta debido a su gran tamaño, terminara de burlarse de sí misma con chistes que solo le agradaban a ella e incomodaban a las más alimentadas de la clase.
Por una de esas casualidades te sentaste dos carpetas detrás mío, no recuerdo porqué te hablé, probablemente porque tenías algo de comer o resolviste algo que yo no pude. No hablamos más de diez minutos y en efecto lo de imbécil estaba en ti, pero había algo más.

Al día siguiente nos volvimos a encontrar en la puerta pero esta vez estábamos puntuales me acerqué y te salude mientras te despedías de tu mama, que de hecho pensó que te iba a vender droga o algo así por las fachas que yo llevaba en esa época.
Sin querer empezamos a sentarnos juntos a ser los payasos de la clase hasta el punto de visitarnos diariamente o compartir el almuerzo. El concepto de imbécil que tenía de ti se había desvanecido probablemente porque yo era tanto o mas imbécil que tú.

Como siempre soy el último en enterarse de todo, fui el último en notar que te habías vuelto mi persona favorita, y es que si de las 24 horas del día pasaba 12 contigo, 12 horas en que la realidad parecía no tener la contundencia que en efecto tiene.
Todo un embarazo, 9 meses en una cárcel en forma de casa y con propósitos educativos, 9 meses en los cuales 2 ó 3 personas más se nos unieron y nos alejaron aún más de la realidad.

Ingresamos a la universidad y si bien ya no nos veíamos a diario, seguimos en contacto de cuando en cuando conversábamos hasta el amanecer hasta que se volvió una rutina, muy divertida dicho sea de paso, cada uno tenía su vida pero no reuníamos en las noches para conversar y eso nos mantenía con vida.
Tres o cuatros días antes de navidad te desapareciste, me dijeron que te habías ido a la playa y luego me enteré que después de ese día playero ni tu ni yo volvería a ser como antes. Un accidente me dijeron, no le tomé mayor importancia, “esta en la clínica” me dijo tu hermana, seguí sin preocuparme probablemente guiado por esa mala costumbre mía de restarle importancia a las cosas que realmente importan.

Llegué a la clínica, sin saber las dimensiones de lo ocurrido. Una ola fue, uno de esos revolcones que te cambian, que te hacen percibir las cosas de otra forma y hasta te privan de sentir como antes o de sentir en lo absoluto.

martes, 26 de agosto de 2008

Suerte

La primera vez que la probé fue en un parque de San Isidro, a una cuadra de la fiesta de una amiga.
Éramos como nueve personas paradas en círculo como quien hace una fogata, pero en este caso lo que estábamos tratando de armar y encender no era precisamente una fogata.
Un chico de bigote, armó y prendió lo que se parecía a un par de billetes mal doblados y nos dijo "aspiren profundo y no lo boten hasta después de un rato", el remedo de cigarro pasó de mano en mano hasta que llegó a mí.
Lo aspiré tal y como dijo el chico de bigote esperando sentir algo, pero no pasaba nada, pedí otra vez ese cigarro con olor a pasto quemado, le di otra aspirada y para mi mala suerte nada pasó.
Después de unos días se me presentó la oportunidad de volver a fumar con unos amigos de la academia, esta vez creo que aspiré más de lo necesario, pase toda la tarde tirado en una azotea riéndome del chiste del pollito que pide algo en un restaurante. Ese mismo día en la noche...por inercia tomé un taxi a mi casa...no creo que ninguna montaña rusa supere ese viaje... No sé cómo llegué a reconocer una tienda cercana a mi casa, le dije al taxista -señor baja aquí, sin fijarme cuanto le di, abrí la puerta, bajé la mirada y noté que el piso estaba a una distancia INCREIBLEMENTE lejana para ser un tico, el taxista debe haber visto mi cara de pánico porque me ayudo a bajar.
Saliendo de clases un lunes un "brother" me regaló un cigarrillo pero no precisamente lleno de tabaco, le agradecí el gesto y lo puse en mi billetera para respirarlo más tarde.
Para variar como todos los lunes a eso de las 7 pm estaba borracho, torpemente busqué mi billetera en el bolsillo la abrí y no sé si para mi mala o buena suerte el cigarrillo se me había caído, sin embargo, sentí olor a pasto quemado y siguiendo mi olfato descubrí que en el estacionamiento de la casa en la que había estado, unos amigos estaban fumando el bendito pasto. Cinco infelices haciendo cola y esperando su turno, avancé hacia ellos me di cuenta que tenía que esperar cuatro turnos para que me tocara y no sé...si para mi buena o mala suerte... me dio flojera.