lunes, 1 de febrero de 2010

Des-Gracias

Primer día de febrero, por una de esas casualidades primer día de la semana también.
Lunes 1 de Febrero de 2010, siendo exactamente las 1500 horas he terminado de almorzar tallarines verdes, obviamente calentados en microondas porque yo de cocina no sé un carajo.

He terminado de almorzar sólo acompañado por el ser más fiel que he conocido, mi perra (aunque suene paradójico). No hay nadie en mi casa y abrumado por esta cómoda, pero no por eso propicia soledad, me he decidido a escribir algo para los cuatro gatos que se pasean por aquí cada que el aburrimiento los subyuga. Cabe resaltar que tal vez escriba más para mí que para ellos.

Hace unos días leí un artículo en algún lugar (no suelo recordar de donde leo lo que leo) en el cual el autor se burlaba de algunas situaciones fortuitas y desagradables que le pasaban a su grupo de amigos más cercanos. Él parecía tener toda la suerte que sus compañeros de historia no tenían y se aprovechaba de eso para referirse a ellos de manera sarcástica, burlona y hasta peyorativa.

Al terminar de leer el post caí en cuenta que a mi me habían sucedido algunas de las desgracias que ahí se contaban y convencido que una vez más puedo arrancar las sonrisas de cuatro gatos, he agrandado lo más que puedo mis huevos y he tomado la bizarra decisión de contar algunas de mis desgracias que con suerte causarán gracia.

De mi niñez tengo gratos recuerdos mi bicicleta, el carro blanco de mi papá, mis abuelos…y la vez que me oriné en el nido.

Era un día soleado no recuerdo exactamente que estaba haciendo, seguramente comiendo crayolas o jugando con la goma entre mis manos hasta que se formaran bolitas grises y pegajosas que con suerte acabarían en el estómago de mi compañerito de carpeta. En algún momento, en algún lugar del salón, insulté a alguien no recuerdo porqué, no recuerdo cómo, pero si recuerdo a la profesora (que a mi corta edad provocaba en mi cuerpo sensaciones que muchas en la actualidad no han conseguido) que me decía ¡Christopher, a la esquina parado hasta el recreo!... ¡Y SIN HABLAR!
Triste, preocupado y seguramente satisfecho me fui a cumplir mi castigo. No debe haber pasado mucho tiempo cuando un hincón sacudió mi pequeño cuerpecito, la poca tranquilidad y paciencia que tuve hasta ese momento fue reemplazada por una necesidad inmediata y natural de eliminar fluidos corporales, pero… estaba parado en una esquina, el baño estaba a una cuadra probablemente, y lo peor de todo era que cada que el hincón se agudizaba las últimas palabras de la profesora resonaban más fuertes en mi cabeza.
Sudando frío, sin poder hablar, con demasiados desordenes en mi cabeza, y dispuesto a cumplir el castigo a cabalidad, me dejé llevar… una sensación de alivio recorrió mi cuerpo acompañada de un calidez infinita que bajaba por mis piernas y humedecía el pantalón.
La profesora al ver la escena o probablemente mi pantalón y la alfombra húmedos, levantó su inmenso trasero de la silla junto a su escritorio y me atrevería a pensar que también levantó el castigo porque lo siguiente que recuerdo es verla sorprendida y preguntándome porqué no le avisé…en ese momento, a mi corta edad, tal vez no tuve las palabras para responderle de manera conveniente , explicarle el porqué o tal vez en un acto de sinceridad para con ella, mandarla a la concha de su madre, sin embargo, casi veinte años después estoy listo para responderle…y es que en ese momento preferí cumplir mi castigo de pie y orinado que rogar por ir al baño de rodillas, profesora hija de puta.

Era otro día soleado, y es aquí en donde empiezo a sospechar que el sol es el principal testigo de mis desgracias de niño, un día en que mi madre me regaló un par de centavos para ir a comprar pilas para mis juguetes en el mercadito más cercano.
Con casi 10 años de edad y dispuesto a jugar con mi carrito a control remoto todo el endemoniado día, cogí mi bicicleta BMX negra con llantas rojas, le amarre un par de globos de carnavales al chasis al lado de los rayos de la llanta para que sonara como moto, y fui en búsqueda de un par de pilas “doble A” para mi carrito.
Llegué al mercado compré mis pilas y decidí dar una vuelta para que todos escuchen mi bicimoto. Al doblar en una esquina sentí que mi bicimoto no tenía tanta potencia y era porque uno de los globos se me había reventado. Me bajé y fue en ese momento cuando todo se fue a la mierda.
Me abordó un anciano flaco, alto, desgarbado, no consigo recordar exactamente que me dijo, así como tampoco consigo recordar como lo terminé acompañando a un parque en donde me dijo… - Mira yo tengo una ex-esposa y también tengo un hijo, viven en esa casa (mientras me señalaba una en una esquina) y tengo que entregarles un dinero, pero no puedo porque su esposo me pega si me acerco, tú crees que me puedas hacer el favor de entregarles este dinero…(me enseñó un fajo de billetes minuciosamente doblado) y le dije
- Esta bien señor, voy a mi casa (que queda a 5 cuadras)dejo mi bicicleta regreso y le hago el favor (tengo a dios de testigo, en caso exista, que iba a regresar a ayudarlo)
- No hijito te vas a demorar mucho, mejor yo te espero aquí a la vueltita y le das el dinero, yo te cuido tu bicicleta. Pero por favor no te vayas a robar el dinero que es todo lo que tengo.

En ese momento pensé que no se iba a llevar mi bicicleta si es que yo tenía tanto dinero en la mano, así que fui toqué la puerta y pregunte por quien me debe haber dicho el viejo ese que pregunte.
- Aquí no vive fue la respuesta del chibolo que me abrió…

Regresé corriendo, convencido que el señor se había equivocado de casa o algo así, pero cuando regresé no había señor, y no sólo no había señor, no había bicicleta tampoco.
Corrí por las calles aledañas pero nunca más volví a ver a ese vejete mal nacido roba bicicletas aprovechador de niños buenos y cojudos, obviamente tampoco volví a ver mi bicicleta.
Regresé llorando a mi casa aferrado al fajo de billetes, cual naufrago se aferra a la orilla, y ente sollozos le conté a mi abuela que un señor se llevó mi bicicleta, pero me dejo mucho dinero. Mi abuela entre regañadientes me arrebató el fajo, lo abrió, y grande fue mi desilusión cuando vi que solo era un periódico perfectamente doblado para que se asemejara a muchos billetes juntos, grande fue mi desilusión cuando descubrí que hay gente mala.
Debo hacer un paréntesis y pedir disculpas a mi familia, a la que en ese momento les conté la historia de los pandilleros que se llevaron mi bicicleta y tiraron un bultito que parecía plata para que me distrajera, pero es que de verdad, en ese momento me sentí tan animal que cualquier historia era mejor que pasar la vergüenza que hoy siento sólo cuando me descubren viendo porno.
Nunca más volví a tener una bicicleta, y en cuanto al viejo mal nacido y ratero, el diablo (si es que existe dios) se encargará de hacerlo arder en al azufre del infierno por toda la eternidad. En caso no exista dios por lo tanto tampoco el diablo, tengo la certeza que ese espantapájaros de cabello gris y arrugado por sus malos hábitos se morirá antes que yo, si es que ya no está pudriéndose dos metros bajo tierra, viejo mal nacido.

Nuevamente un día de febrero y con el sol de testigo, salí a montar bicicleta con unos amigos de la cuadra, bicicleta que me tuve que prestar gracias a la gentil labor del viejo mal nacido, yo estrenaba nueva gorra seguramente un regalo de algún tío o familiar cercano.

Estábamos a la altura del Parque de la Amistad dispuestos a llenar de globos y talco a una infeliz que osó pasar por nuestro territorio cuando sin previo aviso uno de mis compañeros de jauría me dijo:

-Oye a ver enséñame tu gorra

Dudé en prestársela un momento porque los gorros no se prestan así no más, y mucho menos a esa edad, hasta que me dijo

- ¿No tienes piojos no?

Asumí que con esa pregunta la posibilidad de que mi compañero tuviera piojos era nula y se la presté.

Al día siguiente gracias a mi acertada decisión tenia clavado un peine azul en la cabeza con el nombre NOPUCID grabado grande con letras doradas en el medio.
Gracias a mi acertada decisión también, tuve que soportar un shampoo que hacia efecto recién en 10 minutos, un escozor de horas en la cabeza, una minuciosa peinada con un peine que me desenredaba y jalaba hasta las neuronas y un corte a cero de cabello. Maldito piojoso.

Durante el viaje de promoción en cuarto de secundaria fueron muchas las anécdotas que mis compañeros de año contarán, el día que las mujeres se pusieron el chaleco por la parte blanca en un símbolo de enojo y molestia con los hombres, el cuarto en el que se podía ver porno coincidentemente ocupado por los mas reconocidos pajeros de la promoción 2004, el supuesto incidente gay en la habitación de uno de los más varoniles de la promoción y por supuesto mi foto.

Estábamos en el restaurante ubicado arriba de Machu Picchu, se estaba terminando el buffet y a mi me dieron ganas de ir al baño porque ya no podía con el estómago, no suelo entrar a baños que no sean en casas, pero el viaje de 4 horas de regreso al hotel me hizo reconsiderar mi opción de esperar hasta llegar al hotel.

Encerrado en el baño sentí que los mas “vivos” de la promoción entraban al baño y empezaban a tomar la típica foto pendeja en el baño, para mi mala suerte, yo era el único atrapado por su estómago en ese baño, miserable baño, miserable cámara que se atrevió a asomarse por encima de la puerta y capturar no sólo un acto que es necesario para todos y desagradable de sólo comentarse, si no que además capturo parte de mi anatomía que sólo algunas desventuradas atrapadas por mi verbo, no florido pero honesto, debían ver.
Esa foto me costó ser el “punto” en muchas reuniones y/o conversaciones de promoción.
De 125 personas cual era la probabilidad que yo fuera el único infeliz que estuviera encerrado en el baño en ese momento, de 125 personas cual era la probabilidad de que sólo me vieran el miembro a míi.
Muchos se burlaron de mí, muchos me dieron muestras de apoyo (aunque nunca las necesité)
Así que como este es mi blog y escribo y hago lo que me da la gana y de seguro que no miento, por lo menos en este post, pongo a dios una vez más de testigo (en caso exista), y reto a alguno de esos pocos que decían que la tenían más grande que yo a que se tomen una foto conmigo con la condición que la foto la tome Andrea Luna y ella sea la jurado y comparen a ver si se atreven. Habladores hipócritas.

Días antes de año nuevo se venció mi membresía en el gimnasio y uno de esos chicos de ventas, de los que te renuevan la membresía se me acercó a ofrecerme no solo una nueva promoción, además me ofreció proteínas, pastillas y toda clase de polvos para subir de peso porque ahora él andaba metido en esos negocios de los polvitos mágicos.

Al ver su entusiasmo y esa sonrisa única que tiene los vendedores le dije “puede ser”, los días siguientes me tuvo podrido con esas miradas pendientes que me lanzaba al punto que tuve que acercarme a rechazar su oferta.
Me hubiese encantado decirle – Sabes que, tus ofertas me interesan un carajo y no quiero ni renovar mi membresía ni comprarte ni mierda- pero no pude y sólo atiné a mentirle, le dije que me iba a Máncora hasta después de año nuevo y que no iba a tener dinero.

Del 24 al 31 de diciembre me reventó el celular dos veces al día e incluso llamó a mi casa para renovar la membresía del gimnasio, yo sólo respondía con frases esquivas…”vuelvo en enero”, “depende de mi viejita”, “cuando regrese de viaje vemos”, “si, si regreso el 5 de enero”

Eran las 8:30 a.m. del primero de enero luego de una larga fiesta me alisté a dar una vuelta más a todo el local en busca de alguna borracha, cuando de pronto alcé la mirada y vi a ese muchacho del gimnasio, con los ojos rojos, y la camisa afuera, simulando que no me había visto, en ese momento pensé en seguir de largo y no mirarlo, pero si algo he aprendido a lo largo de estos 22 años es no deberle la mirada a nadie, así que me acerqué queriendo que la tierra me trague, pero con la frente bien en alto y lo saludé.
Me miró extrañado, y me dijo -¿Por qué me mientes?-, no le respondí, no me interesó, así como no me había interesado mentirle, le desee feliz año y me fui con la certeza de haber actuado como hombre y también de haber quedado como un mentiroso.
No debí haberle mentido, es verdad, pero tampoco debió acosarme con su sonrisa de vendedor inoportuno. Reconozco que hice mal, pero no me arrepiento, y es que de verdad si lo pienso ¿Cuál ERA LA PROBABILIDAD DE ENTRE 29 MILLONES DE PERUANOS, encontrármelo a él en una fiesta 100 kilómetros al sur?
¿Mala suerte? Yo lo llamo karma

Después de no aceptar las ofertas del vendedor, me cambié de gimnasio, uno ubicado en el óvalo de higuereta, me gustaría decir que por culpa de ese episodio tan desagradable, pero lamentablemente no fue así (aunque hubiese quedado muy bien como final para este post).

Una noche luego de salir del gimnasio a las 8 p.m. aproximadamente esperaba mi micro. Justo en el ovalo higuereta cuando vi aparecer una camioneta 4x4 idéntica a la camioneta del ahora enamorado de la chica que me movía el piso ya hace algún tiempo.
Al forzar mi vista pude visualizar el rostro del que un día fue el amor de mi vida, sentada en el asiento del copiloto, entonces repentinamente la camioneta se estacionó en una farmacia no muy lejos de donde yo estaba.
Me acerqué cautelosamente cuidando que no me viera ni ella ni él, de pronto se abrió una de las puertas y bajó él apurado, pidió algo en el mostrador de la farmacia, le sacaron una cajita morada, pagó con monedas, se subió a su nave y partió con la que alguna vez pudo ser mi novia.
Puede haber comprado un desenfriolito, pudo haber comprado un jarabe para la tos, o incluso pudo haber comprado acetona para las uñas, porque en una cajita morada que no cuesta más de 10 soles pueden haber muchas cosas, pero yo no creo eso.
En efecto esa cajita se parece mucho a la cajita de los DUREX ultra sensitive, puede que esa cajita contenga cualquier otra cosa, tal vez un Listerine en una nueva presentación que se yo, pero me gusta pensar que la chica bella, hermosa, preciosa, que no apestaba y no se tiraba pedos ni a solas, ese día retozó como loca junto a su enamorado, que por pura casualidad tiene una de esas 4x4 con la que levantas con facilidad más que sospechas.
Yo no tuve porque ver ese episodio, con mucho tiempo sin verla y ella ya en una relación formal, sospechaba que ya no era la chica inmaculada que yo quería manchar, pero no tenía porque confirmarlo y mucho menos de esa forma.
A este evento yo le llamo, “el picón”

Esto ha sido solo una muestra de algunas cosas que, para bien o para mal, me han sucedido a lo largo de mi vida, hay muchas otras, como la vez que aprendí a meterme al mar porque una amiga se metía y yo me tuve que meter para no quedar como mariconsito, la vez que le puse mucho peso a una máquina del gimnasio por un lado y se volteó toda la máquina y fui el hazmerreír del gimnasio, o la vez que una chica me dijo “me gusta estar contigo, pero no quiero tener enamorado porque aún no olvido a mi ex” y yo le creí tontamente cuando sabia que hace un tiempo atrás ella había querido estar con otro chico, o como olvidar la vez que fui con medias del colegio a una reunión de primaria y fui “el lorna” por llevar medias de colegio a una reunión social de niños.

Como dije al principio y leí por ahí, tal vez escriba más para mí que para ustedes, tal vez escriba para reír y no para llorar.