viernes, 4 de marzo de 2011

Capítulo 2: Más de lo que te imaginas


La traición de Sante, el enamorado de Nana, fue el punto de partida para que Nana regresara corriendo a mis brazos, a los brazos del hombre que nunca dejó de amar y con el que siempre estuvo manteniendo contacto. Está de más decir que yo la esperaba no sólo con los brazos abiertos, sino también con la cama destapada y los condones cuidadosamente repartidos a lo largo de toda la mesa de noche para no perder tiempo (ni excitación) al momento de tener que colocarlos.

Nana volvió a ser parte de mi vida, hablábamos a diario, compartíamos problemas, risas, travesuras y placer juntos…sin darme cuenta nos volvimos confidentes.
Le enseñé a decir mentiras piadosas para poder vernos a horas no adecuadas o simplemente vernos, ya que, Nena y toda su familia empezaban a sospechar que teníamos una relación furtiva y pecaminosa (sopechaban bien).

La enemistad de Nena con sus amigas por haberla delatado y mi cercanía a las mismas, hicieron que me ganara la animadversión de Nena de manera gratuita, sumado a esto, ella sabía que yo no sólo tenía fama de pendejo…estaba convencida de primera mano que yo era un pendejo, por tal motivo Nena se encargó de hacerme la vida imposible a mí y a Nana, no tengo idea de con qué autoridad moral me señalaba como un mal hombre, pero lo hacía y sin mostrar el menor rezago de vergüenza.

Conforme pasaba mis días libres con Nana, ella hacía de lo imposible posible para agradarme, para que me sintiera único e indispensable, sin embargo, yo no daba mi brazo a torcer, me negaba a ceder ante el camelo de sus ojos y su arte de besarme el cuello. Aquellos días de paseos sigilosos, de sonrisas llenas de engreimiento y de complicidad con Nana dieron como fruto un hermoso y lindo…”pacto de no agresión”, el primer hijo de una relación informal, pero llena de cariño y comprensión. El pacto consistía en no tener ningún otro affaire…más tarde entendería que el pacto de no agresión comprende tener una sola pareja y en consecuente celar y ser celado…craso error.

Nana no era una chica común y corriente, su vida estaba plagada de problemas en los que ella era víctima en gran parte, lucía indefensa ante la recua con la que compartía morada. Todos la trataban como el patito feo, todos la pisaban o pateaban para que se quedara en el suelo y ante el primer intento o amague de levantar la cabeza le jalaban los pies para que se fuera de cara, yo sólo aparecía para curarle los moretones y limpiarle la cara cada vez que lo necesitaba… ella se había convertido en más que una simple amiga con derecho.
Para colmo de males Nana estaba pésima en la universidad. Se había dejado llevar por malas amistades, por locuras sin sentido (me incluyo como locura) y había conseguido salirse de la senda de la responsabilidad y la prudencia. Me dediqué a ararle el camino, a limpiarle el terreno para que corrija el rumbo, hasta que una noche no pudo más y me escupió en la cara todo lo que yo no quería ver claramente.

“Eres injusto, dices que no te nace estar conmigo, pero ni siquiera lo intentas”

Frase contundente, categórica que refleja lo mal hombre que pude ser. Aquí no vale el apoyo que le di ni el cariño que le tenía. Nana estaba enamorada y yo me había estado aprovechando de eso.
Decidí darnos esa oportunidad que tanto me pedía. La verdad yo no estaba muy entusiasmado con la idea de tener una relación seria, lo tomé a la ligera, pero seguí respetando el pacto de no agresión.

No teníamos muchas semanas saliendo “en serio” cuando mi instinto femenino (adquirido gracias a haber sido criado por dos mujeres que vivían olfateando la infidelidad) me hizo entrar y revisar el Facebook de Sante.
Sante y Nana aparentemente habían vuelto, y las fechas de sus mensajes cariñosos coincidían con mi puesta en marcha de la relación con Nana “en serio”, es decir Nana había empezado a seguir los pasos de Nena y yo del hombre más cojudo del universo.

Llamé a Nana indignado, y la mandé directamente por un tubo. Esa “infidelidad” (porque aún no estábamos) transgredía el pacto de no agresión, ese engaño tiraba abajo mi idea de que Nana solo me importaba como amiga…con derechos.
Dejamos de vernos, dejé de contestarle el teléfono. Mi orgullo estaba herido, pero lo que más me molestaba era que la traición había tocado nervios a los que no imaginaba que llegaría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Eres cruel! Una sola entraga larguisima seria bueno! Poco pedagogico pero me tendria menos ansiosa del final xq DEBE de tener final - JULES